La huella de Emilio

Diseño: Alejandro Castro Acosta/Radio COCO.

Por: Abel Rosales Ginarte

Amante de su tierra, apasionado por la capital, Emilio Roig sigue vivo entre sus colegas cubanos. Cada primero de julio se recuerda su investidura, en 1935, como Historiador de La Habana. 

Roig entendió que salvar la historia es salvar la nación, y no existe hoy sin ayer. Nacido el 23 de agosto de 1889, Emilio se convirtió en periodista, etnólogo, investigador incansable y valeroso luchador por las causas más justas.  

Fue un auténtico guerrero de la palabra, paladín en el rescate de las tradiciones y costumbres de La Habana y toda Cuba.

En 1940, fundó y presidió la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales.
Electo en 1942 presidente de la Sociedad de Librepensadores de Cuba, también integró la Corporación de Turismo del país. 

Emilio Roig, en un acto de trascedencia histórica, organizó y presidió el Primer Congreso Nacional de Historia y muchos otros sucesivos. 

Roig entendió que salvar la historia es salvar la nación. Foto: PL

Su rescate de la memoria de grandes pensadores y revolucionarios cubanos, como José Maria Heredia y José Martí, le ha ganado un sitio propio en el olimpo de los cubanos imprescindibles. 

El continuador de su legado, Eusebio Leal, recordó en una entrevista concedida a Magda Resik que, la huella de Emilio Roig, era algo que él había admirado desde siempre: 

"Los amigos nunca le dijeron Doctor Roig y mucho menos Emilio. Había sido el más joven de una generación que no vaciló en bautizarlo como el infante terrible, porque era el polemista, el periodista capaz de salir al paso, el hombre de trabajo incansable; tenía en aquel momento una figura juvenil, siempre tan sonriente y, aunque con el tiempo se volvió más grave, lo nombraron Emilito".

Cuba entera ha celebrado el Día del Historiador ayer, con el inmenso regocijo de mantener viva esa huella: la de Emilio, aquel amante de La Habana que se consagró como un ser superior al estudio de la cultura y la tradición. El hombre que, desde cualquier lugar del tiempo, nos ampara de las aguas del olvido.

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