Palacio del Marqués de Arcos. Foto: Online Tours |
Por: Leydis Luisa Mitjans
Alguien escribió una vez que las calles son libros que leemos con los pies. Siguiendo esta analogía podríamos decir, entonces, que las ciudades se leen a través de sus historias, de las costumbres y las maneras de su gente, pero, sobre todo, mediante las construcciones que las conforman.
La ciudad de La Habana es ―hasta hoy― un libro infinito. Cada uno de los bienes que la componen describen una época, un periodo, un contexto. Una de esas obras esplendorosas es el Palacio del Marqués de Arcos, sello arquitectónico de La Habana, restaurado por la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Como expresa la Carta de Venecia sobre la conservación y la restauración de monumentos y de conjuntos histórico-artísticos: "Cargadas de un mensaje espiritual del pasado, las obras monumentales de los pueblos continúan siendo en la vida presente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad, que cada día toma conciencia de la unidad de los valores humanos, los considera como un patrimonio común, y de cara a las generaciones futuras, se reconoce solidariamente responsable de su salvaguardia. Debe transmitirlos en toda la riqueza de su autenticidad”.
Las referencias históricas señalan que ya para principios del siglo XVIII el Palacio del Marqués de Arcos era una de las construcciones más impresionantes del escenario urbano de la villa de San Cristóbal de La Habana, sobre todo si se tiene en cuenta que no fue construida con fines militares o religiosos, sino que desde un principio fue vivienda.
De acuerdo con una reseña publicada en Radio Habana Cuba, “uno de sus primeros dueños fue don Diego Peñalver y Ángulo, tesorero oficial de la Real Hacienda, quien le agregó a la vivienda otra planta. Su hijo, Ignacio Peñalver y Cárdenas, recibió como herencia la casa y en 1792 recibió el título de Marqués de Arcos, de ahí su nombre. A mediados del siglo XIX, los marqueses Arcos pasaron a habitar una mansión aún mejor, más tarde la casa fue ocupada por las oficinas de Correos, luego el Liceo Artístico y Literario y como tantas otras construcciones del periodo colonial, casa de vecindad”.
De la arquitectura y otros demonios
El 23 de octubre de 1934 fue declarada la Catedral de La Habana y los edificios que la rodean Monumento Nacional, y en 1935 la Secretaría de Obras Públicas llevó a cabo una restauración general en la Plaza de la Catedral, dirigida por el arquitecto Luis Bay Sevilla.
En el año 1986 se realizó una remodelación con el contiguo Palacio del Conde de Lombillo y finalmente, en el año 2016, terminó la reconstrucción por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Ubicada en el lado este de la Plaza de la Catedral, el Palacio del Marqués de Arcos se considera una obra de valor excepcional dentro de las construcciones de su época. De la colosal edificación distingue la altura, la portada de entrada por la calle Mercaderes ―que abarca sus dos plantas―y su monumental caja de escalera.
Al decir de Carlos Venegas, se multiplican las arcadas en una dimensión extraordinaria, como si esta plenitud de arcos anunciara el título de nobleza otorgado a fines del siglo al hijo de Diego Peñalver, primer Marqués de Arcos, heredero de la hacienda Arcos de Canasí, al este de la ciudad.
En memoria del Liceo Artístico y Literario de La Habana, frente a la calle Mercaderes se construyó un mural que simula la apariencia de la fachada original de la casa en la época que sesionó allí el Liceo. En dicha obra se pueden apreciar 67 figuras distinguidas de aquel período, entre ellas Carlos Manuel de Céspedes, Rafael María de Mendive, Luisa Pérez de Zambrana o Gertrudis Gómez de Avellaneda, nombrada en este lugar poetisa nacional en 1860.
Cuando en 2016 reabrieron las puertas del Palacio, devenido (consagración histórica) Liceo Artístico Literario de esta capital, la directora de Gestión Cultural de la Dirección de Patrimonio Cultural, Katia Cárdenas expresó:
“Hoy devolvemos a los cubanos uno de los palacios más bellos y majestuosos que abre una galería visual a la emblemática Plaza de la Catedral, mientras que desde su puerta principal se accede al gran mural que recuerda a pensadores, poetas, músicos, artistas que en distintos momentos frecuentaron el museo y cuya labor conformó el pensamiento cultural cubano y sentó las bases de la identidad nacional”.
Aquí conviven la Casa de la Poesía, el Museo de la Fotografía, una Mediateca, una Pinacoteca, un Salón de Arte digital para niños, salas de conferencias y de exposiciones permanentes y transitorias; taller y área de exposición de orfebrería y un café literario que da paso a un jardín, sitio natural para el descanso y la meditación.
De igual forma, en los jardines de la casa se instaló, el 16 de febrero del 2017, una estatua de Gabriel García Márquez donada por el Embajador de Colombia, Gustavo Bell.
La Habana contada por las piedras
Los procesos de rehabilitación del Centro Histórico de La Habana han sido un viaje largo (y creo que feliz) a las memorias del pasado, y un aprendizaje constante de las huellas de quienes ya no están.
La Habana, incluso reducida solo al patrimonio arquitectónico, es un privilegio. Disfrutar de una edificación como el Palacio del Marqués de Arcos es hacer uso de ese privilegio con la conciencia de que debemos estar a la altura de lo que nos legaron.
(…) "A estas alturas de su proyecto revitalizador, La Habana, ciudad ecléctica, ciudad que expresa un diseño universal, propone una conciliación entre su aspecto exterior y el mundo interior donde se gestan y afianzan los rasgos de un patrimonio intangible, pero presente. Si en el siglo XIX fue un emporio cultural por su carácter de núcleo capitalino, en el XXI continúa siéndolo, además, por la actual estrategia de su restauración consciente”, dijo Eusebio Leal al referirse a la rehabilitación del Centro Histórico.
Hoy, quizás, el gran reto no está solo en mantener dichos procesos, sino en que los mismos no dejen de ser “una obra esencialmente humanista”.