Foto: Cubadebate |
Por: Abel Rosales Ginarte
En la barriada habanera de Los Pinos, en el municipio Arroyo Naranjo, comenzó la historia. Con toda la fuerza de su raza, Carlos Acosta se convirtió en estrella de la danza mundial.
“Yo querÃa ser muy bueno”, me confesó en una entrevista. Pero, a la larga, superó todas las expectativas personales y del barrio donde nació.
Los más grandes escenarios le han abierto sus puertas. En Beijing, capital de China, encontré a dos escocesas que me hablaron de Carlos Acosta como si fueran sus vecinas de Los Pinos.
Luego de aquella primera medalla a los 16 años, “Yuli”, como le decÃan de niño, fue moldeando sus esencias. Creció sin lÃmites ni frenos, hasta convertirse hoy en un referente; dirige el Ballet Real de Birmingham, en Reino Unido, y mantiene a su compañÃa en Cuba: Acosta Danza.
Allà están los bailarines más completos del momento en Cuba, con una formación clásica y contemporánea a la vez. Apegado a sus raÃces, Carlos no deja de soñar. Por eso su prestigio crece con el paso de los años.
Entiende que cualquier obra grande lleva el signo de donde hemos nacido y, por eso, siempre regresa.
Su medio siglo de existencia habla que los sueños posibles, siempre que se aprenda a convertir dolor y carencias en escalones para ascender. Esa es la vida. Más allá de los premios que ostenta y el reconocimiento mundial, a Carlos Acosta, aquel niño que no ha dejado de aspirar a ser muy bueno, no le falta la sonrisa.
AMC