Por Víctor Joaquín Ortega
La modestia hecha velocista: FulgenciaRomay. De Luyanó llegó dos veces al podio olímpico del relevo en sus años mozos: plata en México 1968, junto a Marlene Elejalde, de la que tomó el batón, Violeta Quesada y Miguelina Cobián, solo superadas por las estadunidenses Bárbara Ferrell, Margaret Bailes, Mildrette Netter y Wyoma Tyus 42.86 por 43.36 segundos.
Cuatro años después en Múnich fue bronce al unirse con Marlene, Carmen Laura Valdés y Silvia Chivás (43.35), por debajo únicamente de la República Federal Alemana ( 42.81) y la República Democrática Alemana (42.85).
Ascendida desde la base de nuestra pirámide deportiva hasta la gloria, si alguien quiere entrevistarla habla más de sus compañeras de combate y de sus entrenadores: “Sin ellos, nada”, asegura.
Y la muchacha —así la sigo viendo aunque nació el 16 de enero de 1944—, gusta de asistir a las actividades de los Historiadores del Deporte, ella que forma parte de la historia de este sector en el país. Escucha más que interviene y goza con escuchar y aplaudir a los demás.
En los Juegos Centroamericanos y del Caribe conquistó el subtítulo de los 100 metros planos en Panamá1970, con tiempo de 11.6 segundos, carrera ganada por la Cobián con 11.4. Terminó tercera en los 200 en ese certamen con 24.3, por delante Miguelina y Violeta al conseguir 23.5 y 23.9.
Romay agregó el puesto dorado en la lid del cambio de testigo y cuatro años antes, integrante de la Delegación de la Dignidad, había ocupado ese mismo escalón en San Juan. Igual papel en Kingston 1962
En los Juegos Panamericanos dejó su huella también: plateada de los 200 lisos con 23.7 en Cali 1971, El oro fue para la canadiense Stephanie Berto. La antillana se agenció otras dos de plata en el relevo corto en esa fiesta continental y la de 1975, albergada por la capital mexicana, En ambas ocasiones acompañada por Silvia; Marlene y Carmen Laura.
Fulgencia Romay fue una de las destacadas velocistas en una etapa hermosa del atletismo de la Mayor de las Antillas. Obtuvo preseas, pero lo más importante es que siempre compitió con dignidad, dio lo mejor de sí y mostró alta disciplina y gran entrega.
Ella ve lo logrado como algo normal, propio de quien tuvo el apoyo necesario desde el inicio. Y, como dije anteriormente, no quiere hablar sobre ella: prefiere alabar a sus compañeras de la pista y a sus forjadores.