Maldito ippon de la vida: hasta siempre Ronaldo Veitía


Por Dimelsa Martín Soria

Que era firme en sus órdenes, férreo en el entrenamiento, eso no lo duda nadie. Así debía ser para alcanzar resultados en el judo, deporte en el que encumbró en la élite mundial a decenas mujeres. 

Qué desbordaba pasión, exigencia y carácter en los eventos competitivos para motivar a sus pupilas, todos fuimos testigos de eso, cuando ya en 1988 Cecilia Alacán conquistó con su guía la medalla de bronce en la división de los 52 kg, en el Mundial Universitario de Georgia.

Solo dos años habían transcurrido desde su promoción al equipo nacional de judo femenino antillano en 1986 para que llegara el msalto cualitativo que el arduo trabajo y las innovadoras formas de llevar el entrenamiento de Ronaldo Veitía habían logrado engendrar. En poco tiempo se consideraría como uno de los deportes que más orgullo y preseas dio a Cuba desde la década de los 90.

Estela Rodríguez, a quien despedimos a la inmortalidad hace muy poco y con quien tendrás la suerte de reunirte ya, fue tu primer gran producto y agradecida por tanto y todo rememorará junto a ti la primera corona del mundo del judo cubano, en Belgrado 1989.

Y quienes aún viven recordarán complacidas al ver en sus vitrinas las medallas del corazón y el empeño que marcaron el despegue olímpico desde Barcelona 1992, con el oro de Odalys Revé y el resto de preseas de la propia Estela, Driulis y Amarilis Savón.

Y continuaron los nombres de cubanas guiadas por tu enseñanza y continuaste prestigiando y haciendo brillar al judo femenino cubano. Y fue renovándose cada generación porque a eso las instaste. Y fue Legna Verdecia y fue Sibelis Veranes, fue Daima Beltrán, Diadenis Luna e Idalys Ortiz, porque esa grande de estos tiempos también pasó por sus manos gracias a las cuales desde los 18 años mereció el bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y el oro en Londres cuatro años después.

Y fueron otras tantas en una lista interminable de atletas que demostraron gracias en gran medida a ti Veitía que el Salón de la Fama del Judo Mundial te queda pequeño y que la categoría de Héroe del Trabajo no es más que un formalismo porque esa era tu vida.

Tristeza, ¿sí?, pero también orgullo. Porque la muerte es solo el estado de reposo eterno del cuerpo y el alma, más quien dejó una huella como tú no puede morir. Júbilo, porque viviste como quisiste, no exento de contreversia, detractores, que no pudieron empañar tu legado, pero también de gente que te amó por lo que eras. 

Así te recordaran tus campeonas, tus hijas, las mujeres que ayudase a forjar entre carácter recio y amor, así te recordaran tus alumnos más recientes, esos que ya se formaban en el gimnasio Antonio Maceo, en la humilde comunidad Santa María del Rosario, en tu adorado municipio Cotorro, un sueño que de tus manos salió. 

Así te recordará el tatami de la Esfaar Cerro Pelado y todo aquel tatami que pudiste pisar. Así te recordará Cuba toda.

Descansa en paz Ronaldo Veitía, porque tu obra fue inmensa.

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