¿Profesionalidad o profesionalismo?

Foto: BlogBaseball.org.
Por Víctor Joaquín Ortega

El profesionalismo: la búsqueda del lucro a toda costa, no es lo mismo que la profesionalidad: rigor, disciplina, entrega, especialización mayores, indispensables para dicha profesión: el deporte en su más alto nivel.

¿Acaso profesores, científicos, periodistas, artistas, ingenieros, arquitectos, médicos no cobran por lo que realizan? Lo correcto y necesario es que a cada atleta se le pague según lo aportado en su trabajo, y que cada uno reciba lo merecido, equidad marxista y martiana muy lejana del igualitarismo absoluto, sin que sea su fin principal.

Pierre de Coubertin, expresó: “…lo que interesa es el espíritu deportivo y no ese ridículo concepto inglés que permite que se dediquen al deporte únicamente los millonarios…”.

Su censura al profesionalismo no se limita al ánimo de lucro porque considera muy nociva “…la detestable vanidad que hace buscar al hombre vulgares laureles y groseras satisfacciones de amor propio, donde radica el peor enemigo del deporte y al mismo tiempo de la educación física tomada en su conjunto” (Octubre de 1902).

Las especialidades súper violentas han sido incrementadas en la cantidad y los excesos propios de Un mundo a la deriva, como título Frey Betto su combativo artículo publicado en el periódico Granma, el 2 de marzo de 2022.

Las trompadas pagadas arribaron a la magna cita. El boxeo amateur ya no es vitrina ni pago por debajo: el dinero incluso usurpa el brillo a las medallas. Ni el mundial escapa. Cantos periodísticos a torneos injustos. La protección es cada vez menor, las cabeceras fueron quitadas, se aumentaron los rounds, hay mercenarios. El arte boxístico despreciado: preferidas la sangre, el show.

Y es sueño de los negociantes, pesadilla en verdad: 10 y más capítulos que también conquisten los Juegos Olímpicos, guantes más pequeños y enfundar mejor las manos para dañar más.

La enajenación no solo atrapa a los practicantes. Los aficionados sufren las consecuencias del despertar de la fiera que todo ser humano lleva adentro.   

Lo planteado por José Martí sobre el asunto en el primer número de La Edad de Oro, esclarece: aprecia que los seres humanos hallan goce en correr riesgos y es válido: “Los hombres de todos los países blancos o negros, japoneses o indios, necesitan de hacer algo hermoso y atrevido, algo de peligro y movimiento, como esa danza del palo  de los negros de Nueva Zelandia”.

La valía se pierde cuando hay plata por medio, gente viviendo a costa de los terribles en el alma en los espectadores, apoyados por “las palabras como de novela” de periodistas capaces de poetizar y facilitar la enajenación al tratar horribles contiendas antideportivas, antiolímpicas y antihumanas.

Y en aquellos momentos estos certámenes y loas estaban en pañales. Hay que adaptarse a los tiempos y adaptarlos a nuestros valores. Como el saltador de longitud, en la vida a veces debemos ir atrás para coger impulso e ir más lejos. Lo significó Martí, pero tenemos que evitar quedarnos atrás o brincar a la derecha, y tampoco podemos permitir que entrenadores y funcionarios sean atrapados por el profesionalismo, soslayando la profesionalidad. Son ante todo escultores de las almas y deben cuidar aún más el físico de sus muchacho, imprescindible cuando se camina por un territorio lleno de veneno.

La falta de antídoto, de humanismo, de amor por los demás en un ámbito de este tipo permite a la perversión hacer zafra. En realidad, ¿dónde no…?

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente