Con el Andarín Carvajal, sea testigo de una hazaña

Foto: BBC.
Por Víctor Joaquín Ortega

Hacia el pasado en busca de los III Juegos Olímpicos, en San Luis 1904. La prueba de maratón está al empezar. ¿Y este hombre que hace aquí? Ropa  desgastada. Unos viejos zapatones. El viejo pantalón convertido en short mal cortado. 

Algunos investigan para esclarecer este fenómeno que ocupa puesto en la línea de arrancada. ¡Es un cubano, un habanero!  Nació en la calle San Lázaro, el 18 de marzo de 1875. Nombre: Félix Carvajal Soto, y le llaman “El Andarín” Carvajal.

Semianalfabeto, se defiende algo en inglés, italiano y francés con real dominio del lenguaje de los buscavidas. Pero no lo desprecien como hacen no pocos. ¡Es un mambí!

El cubano participó en la Guerra Necesaria organizada por José Martí, donde se distinguió por su labor de mensajero debido a sus condiciones atléticas,  invencible frente a fondistas de adentro y de calidad internacional tanto en la capital como en San Antonio de los Baños, donde la familia fue a residir.

De algunos trabajitos sacó pocos dividendos: cartero en ocasiones especiales, portero ocasional  en el  Hotel Inglaterra, auxiliar de tercera de la Dirección de Propaganda de la Junta de Defensa Civil de Marianao. Un poco más de ganancias, para ir tirando pues, de las hortalizas sembradas al fondo de su hogar. 

Mendiga a todo correr por las calles, con carteles estampados de frases como estas: “Coopere con este atleta que quiere ir a la Olimpiada”. Al menos, recolectó para el para el pasaje. Ahora en la línea de inicio. El hambre lo atosiga: lleva más de un día sin comer. No le alcanzó lo conseguido. ¡Parten...! Atrevido, se sitúa al frente y con tremendo paso.

Uno dos, cinco kilómetros. Miren, has  incrementado la ventaja… Continúa a la vanguardia, 35 kilómetros, aunque el estómago le duele de tanta hambre!  Un manzanal.

“Andarín” ni se te ocurra. Agarra varias frutas. Las engulle aunque y fue a parar a los matorrales, una, dos, tres veces, Desfallecido en su reincorporación., lo pasan uno dos, tres, cuatro contrarios. Los ojos del sobrepasado, pequeños cristales. Así y todo, cruza quinto la línea de la verdad.

Regresemos al presente… Nuestro representante ocupó el cuarto puesto. Los jueces descalificaron a quien arribó primero: recorrió parte de la distancia en el carro de un amigo: Fred Lordz es el primer tramposo de los Juegos Olímpicos modernos, y por poco le cuesta la vida, al menos lesiones: los más iracundos lo persiguieron a pedradas al saberse la noticia. Declaran campeón a quien entró segundo: Tom Hicks, un coterráneo del fraudulento. Tampoco merece serlo.

Estudios posteriores, el más profundo, pertenece a  José Elías Bermúdez Brito (Matanzas, 1946) demuestran que “Hicks había tenido su ayudita, pues faltándole unos 15 km, cae desmayado  y le es suministrada  una inyección de sulfato de  estricnina, con lo que continuó, y unos 8 km después  debió recurrir  a una segunda con la que llega a la meta. Obviamente, esto también es una violación” (Por los caminos del olimpismo, Editorial Deportes, 2013). Los árbitros callaron para evitar una nueva lesión a la sede.

El 27 de enero de 1949 falleció Félix “Andarín” Carvajal en su destartalada casa, en el barrio marianense de El Pocito, cuando le falló el corazón. Sus medallas y trofeos fueron depositados en la estación de policía de la región. Manos ladronas se hicieron cargo de ellos.

 

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