Hazañas olímpicas: Gauder supo extraer el néctar a sus derrotas (+Fotos)

Gauder participó en cuatro Juegos Olímpicos siendo campeón en la edición de Moscú, 1980. Foto: Tomada de Internet
Por Víctor Joaquín Ortega

Campeonato Europeo de Atletismo de 1978. El marchista de la República Democrática Alemana (RDA), Hartwig Gauder, llega cargado de esperanzas.

Aunque nació en Valhingen, territorio de Suabia, cerca de Stuttgart, en la República Federal Alemana, la familia se mudó para la RDA cuando él tenía seis años. 

Desde su niñez abrazó el deporte. Era tan fuerte que brilló entre los juveniles y pasó a integrar la escuadra nacional aún cuando competía en esa categoría.

El palmarés de Gauder también recoge un campeonato de Europa, logrado en Stuttgart 1986, así como un cetro del orbe en el Estadio Olímpico de Roma. Foto: Tomada de Internet
Ha entrenado muy bien, se siente seguro y se batirá con todo por el cetro en los 50 kilómetros. A marchar... El sol, el sudor, la fatiga. Y naufragan los sueños del esperanzado que finaliza en el séptimo puesto.

El revés no lo ata a la amargura. Se dedica con mayor entrega al adiestramiento. No pierde la fe en sus fuerzas. “Me desquitaré en los Juegos Olímpicos de Moscú.”, ha dicho. 

Y el instructor a su cargo, Siegfried Herman, le ha dado un gran impulso. El muchacho obtiene sitio en la delegación de su país que actuará en la capital de la Unión Soviética.

Ya anda con ritmo potente en pos de su gran sueño. No le será fácil. Frente a él, murallas andantes. El cansancio no puede con el germano. Al final, deja atrás a sus principales rivales Jorge Llopart, de España, y Eugeni Ivantschenko, de la sede, y conquista la medalla dorada con tiempo de 3 horas, 49 minutos 24 segundos, que quiebra la mejor marca anterior lograda en el clásico. 

La instantánea recrea el podio correspondiente a la marcha de 50 kilómetros en Moscú 1980, con Gauder en lo más alto. Foto: Tomada de Internet
El vencedor declara a los periodistas: “En las derrotas se conoce la verdadera estirpe del deportista. De las derrotas se extrae el néctar para beber en la copa del triunfo. Quien no es capaz de buscar sus propios errores, no encontrará jamás la llave del éxito”.

En 1986 llega el desquite en el torneo de Europa y en 1987 gana el Campeonato Mundial de Roma con 3:40.53 horas. No se queda sin galardón en la magna cita de Los Ángeles 1984 donde solo lo superan el soviético Vlacheslav Ivanenko (3.38:29) y el alemán democrático Ronald Weigel (3.38:56). El marchista de bronce logra 3.39:45. En el Mundial de Tokio 1991 alcanza la tercera plaza con 3.55: 14.

El arquitecto Hartwig Gauder, retirado ya de las lides del músculo, siempre confesó que su fracaso en aquella contienda europea, el cuarto sitio en Atenas 1982 y la no participación en la lid del orbe de Helsinki 1983, por las mordidas de un perro, siempre le alimentaron las ansias de victoria. 

“Jamás me amilané y con el apoyo de mis entrenadores conseguí vencer mis fallas. Así pude avanzar sobre todo hacia la felicidad de ocupar el lugar más alto del podio en unos Juegos Olímpicos y en los torneos del mundo y de Europa”.

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