Foto: Tomada de Granma |
Por: Redacción Digital
¿Qué pensamientos, qué imágenes, qué sensaciones poblarÃan sus memorias, minutos antes de la explosión?: ¿La patria añorada? ¿La Habana ante los ojos que la admirarÃan desde las ventanillas del avión, cuando descienda a la pista (…)?
A la espera, tal vez sonrisas, abrazos, el beso de unos labios que aguardan temblorosos… Acaso en la Isla las miradas delataban quién sabe cuánta ansiedad, anunciando episodios de orgullo materno, del gritar, al recibirlo, "ese es mi hijo campeón".
Pero la frase fue ahogada por la tragedia. En suspenso quedaron las inocentes caricias, el deseo de saltar al cuello del papá, y contarle las cosas que aprendió los dÃas que estuvo fuera. Nunca pudieron decirlo, ni aquellos escucharlos. ¡Cuánta ternura inconclusa! ¡Cuánto anhelo asesinado!
Y allá arriba, a unos seis mil pies de altura, sobre el mediodÃa del miércoles de Barbados, ¿qué planes, qué esperanzas alimentarÃan las conversaciones antes del desenlace?
Anécdotas, quizá, de la porfÃa por el oro juvenil acaparado en el centroamericano de esgrima, donde arrasaron. Comenzaba el ciclo olÃmpico; Moscú en el horizonte de cada uno de los 24 atletas, casi todos menores de 20 años. Cargaban con los sueños de escalar a la gloria a la vuelta de un cuatrienio, pero sus sueños fueron asesinados.
HabÃan ganado en Caracas todas las estocadas, y cuando ya celebraban, por lo alto y en lo alto, allà donde no podÃan dar pelea, recibieron, del terrorismo despreciable pagado por Estados Unidos, la estocada final, artera, inesperada.
Con el aeropuerto de Barbados todavÃa a la vista, explotaba y se precipitaba al mar el avión de Cubana. CaÃa la aeronave, a la par que 73 vidas ascendÃan al altar del recuerdo que levanta la indignación de un pueblo "enérgico y viril".
A ellos, y a las vÃctimas que les antecedieron, el mismo odio sumarÃa otros nombres. Entonces fueron 57 cubanos masacrados, y al cabo de la historia, hasta estos dÃas, suman 3 478, todos a cuenta del rencor intolerante Made in USA.
Los autores del crimen de Barbados murieron impunes, premiados, estimulados. Hablaron con descaro, al amparo de las "libertades" que prodiga aquel imperio, paraÃso de criminales. ¿Qué diferencia hay entre el golpe de pecho que dijeron entonces: "Pusimos la bomba, ¿y qué?", y la tranquilidad del tirador que ametralló la Embajada cubana en Washington, en abril pasado, cuando afirmó: "le habrÃa disparado al embajador cubano?".
Tal cual dijo Fidel Castro, no ha habido para ellos un castigo peor: "la propia Revolución, sus esfuerzos, sus éxitos, su marcha victoriosa".
Por: José Llamos Camejo/Tomado de Granma