Los ejercicios del taichí buscan asimilar energía de la naturaleza. Foto: Periódico Trabajadores |
Autora: Caridad Labrada Curbelo
Con la halagüeña precisión de una expectativa de vida al
nacer de 78,45 años, Cuba se sitúa entre los 25 países del mundo con un alto
índice de progreso humano.
Razón encomiable para desarrollar nuevos programas socio culturales para la atención al adulto mayor, sobre todo a partir de los 60 años de edad, como una de las estrategias nacionales para elevar la calidad de vida de un segmento poblacional en constante crecimiento, según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Salud Pública (Minsap) en los últimos años.
Precisamente esto corrobora el aprecio a los derechos humanos que en la isla hace posible la implementación de un programa extendido por los municipios y hasta las localidades más intrincadas, mediante la perseverancia de los gobiernos locales y la práctica cotidiana de la asistencia social, con el apoyo de expertos de salud, deportes, educación y cultura para disfrute de los ancianos.
Llama la atención, por ejemplo, el nivel alcanzado en La Habana, donde funcionan Centros de Atención Integral Diurnos como el ubicado en el antiguo Convento de Belén, en el cual se atienden a 150 personas procedentes del municipio de La Habana Vieja.
En pleno corazón de la ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad en 1982 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), existe un dinámico mover de prácticas milenarias fusionadas a otras modernas, como la enseñanza del Tai chi chuan o arte marcial desarrollado en China y practicado casi masivamente entre los capitalinos de mayor edad, además de mantenerse útiles con las manualidades y computación.
También destacan en el muy poblado territorio citadino, tres residencias protegidas, un Hogar Materno, la Escuela Taller de la Oficina del Historiador de la Ciudad y la Clínica de Atención al Niño Discapacitado de la localidad, con interacción de los funcionarios del Minsap, así como de otros proveedores para favorecer el funcionamiento de dos salas de rehabilitación y atención geriátrica especializada.
Sin embargo, no basta el esfuerzo gubernamental por dedicar recursos, tiempo y energía al cuidado de la población cada vez más envejecida, pues todavía es necesario revitalizar la ética que antaño añadía más respeto, comprensión y modos inclusivos de las personas de la tercera edad, para lograr la unidad de la familia junto a los más jóvenes.
Sobre esa base se requiere superar la colaboración ciudadana ante los problemas por resolver en pos del desarrollo de la nación, en lo cual la fuerza física, ánimo y alegría de la juventud debe conjugarse con el agradecimiento a quienes hoy son menos lozanos, pero perfectamente útiles gracias a la sabiduría añadida por la experiencia de la longevidad.
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