Raúl Castro: El mejor discípulo de Fidel

Foto: Javier Galeano/AP
Autora: Isabel María Calvo

El amanecer del 3 de junio de 1931, en aquella amplia casona propiedad del rico terrateniente Ángel Castro, en el poblado de Birán, tuvo la peculiaridad de una agitación fuera del día a día, pues veía la luz por vez primera un menudo bebé al que nombraría Raúl.


Desde bien temprano todo acontecía ante los ojos ávidos de uno de los hermanos mayores, quien desde sus escasos cinco años, con una corpulencia que aparentaba mayoría de edad, recibía con sincera alegría al nuevo fruto de Lina y Ángel, sus padres.

Una feliz infancia compartida tocó a ambos, que más allá de las comodidades y grandes dimensiones de la casa, que como es lógico escapaba a su percepción infantil, para ellos el mayor tesoro estaba en la inmensidad del espacio por el que correteaban, montaban a caballo y disfrutaban a plenitud del contacto directo con la naturaleza del pintoresco sitio, ubicado en el Birán de la entonces región mayaricera de la provincia de Oriente.

A Raúl y a Fidel los separó por un tiempo la partida del mayor para estudiar en la provincia de Santiago de Cuba, acontecimiento que lamentaron ambos  y  del que tomarían desquite luego, convirtiéndose desde los primeros años de la década del 50 y para toda la vida, en compañeros inseparables de lucha.

Primero la acuciosa y delicada preparación de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, con el liderazgo en las acciones de  Fidel y Raúl Castro respectivamente, constituyeron momentos de excepcional  fusión entre los hermanos en pos de una Cuba verdaderamente independiente.

Más adelante el presidio, el exilio y el desembarco -como nombraría el comandante Juan Almeida su hermosa trilogía literaria- foguearon aún más los lazos sentimentales y camaraderiles entre los dos hombres que más tarde tomarían las riendas de los destinos de la nación cubana.

La articulación de la batalla armada en la montaña con la clandestinidad en el llano, el liderazgo de Fidel en el corazón de la Sierra Maestra y luego de Raúl en el que se llamaría desde entonces II Frente Oriental Frank País, tributarían junto a hombres de la talla del Che, Camilo y Almeida al triunfo del primero de enero de 1959, en el que emergieron Fidel como Comandante en Jefe victorioso y Raúl, comandante guerrillero al frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Cerca de seis décadas han pasado desde entonces, la mayor parte del tiempo Raúl -el segundo hombre de la Revolución- se mantuvo codo a codo al lado de Fidel, hasta que le tocó asumir totalmente el liderazgo.

Hace solo un par de meses, en la clausura del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba Fidel reconocía el extraordinario esfuerzo de Raúl. Ante los ojos sorprendidos del enemigo haciendo trizas la imagen que de él habían creado, hoy Raúl lidera los avances en todos los órdenes, entre los que destaca el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, con todo lo cual ha demostrado ser el mejor discípulo de Fidel.

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