¡Qué combinación más rica: deporte y televisión!

Foto: Internet/Montaje: Yelemny Estopiñán Rivero
Autor: Víctor Joaquín Ortega

La prensa deportiva de la televisión ya tiene un doctor: Carlos Alberto González García. Estudiar la tesis que lo condujo a ese grado fortalece: “TV y Deporte en Cuba. Un acercamiento a la construcción de los contenidos deportivos en la televisión nacional cubana”. Trasladarla a la realidad permitirá ganar mayor potencia al comunicador y a los receptores.


En su andar por los senderos casi vírgenes en la mayor de las Antillas con respecto al estudio de la relación del deporte y la televisión, este ensayo contribuye al desarrollo de una línea investigativa supernecesaria en el ámbito académico como se propuso su autor, y abre puertas a otros escritos sobre el tema, subvalorado por muchos, a partir de autosuficiencias de insuficientes, ignorancia pues, o desprecios intelectualoides.

No son menos importantes sus conceptos en tanto apoyo a la televisión cubana, sobre todo cuando ya existe un canal para el deporte: Tele Rebelde; existencia que es triunfo y, a la vez, una mayor responsabilidad, triunfo todavía golpeado por ineptitudes y pasos débiles no solo en las formas.

El escritor va más allá de estas relaciones: profundiza en la cultura física, así como hace hincapié en el alto rendimiento, y en los quehaceres de la pequeña pantalla -cada día, menos pequeña en lo material y lo espiritual- con énfasis en la aparición y avance de lo deportivo en ella.

¿Cómo construir los contenidos de este sector para llegar con él y ayudar en la formación del pueblo, en un mundo globalizado no precisamente sobre una base de bondad? Carlos Alberto logra acercarnos a cómo deben ser atrapados los contenidos y hasta cómo deben ser estos.

Jamás aferrado a visiones de otras latitudes, las adapta a las circunstancias y  a gustos nacionales, y se enriquece con el pensamiento de estudiosos de la isla caribeña.

Sin chovinismo alguno, niega dialécticamente: combatiente efectivo contra el dogmatismo y el uso de la humillante copia, crea sin sumisión a partir de lo verdaderamente creado. Tampoco se queda atado al pasado: lo usa bien lejos de la rigidez.

José Martí ilumina especialmente en ambos sentidos -¿qué no ilumina el Apóstol?- cuando censura la utilización de investigaciones, tratados, leyes foráneas… sin tener en cuenta las características propias o cuando apuntala: 

“Lo que ya no es, lo que no se ve, se prueba por lo que es y se está viendo; porque todo está en todo, y lo uno explica lo otro; y cuando lo que es ahora no sea, se probará a su vez  por lo que esté siendo entonces”1 porque  “(…) yerran los estetas en buscar, con peculiar amor, en la adoración de lo pasado y de lo extraordinario de otros tiempos, el secreto del bienestar espiritual en lo porvenir”2.

No solo los estetas se lanzan por los caminos de la errada búsqueda, amarrados al dogma sin comprender lo planteado por Julio Antonio Mella sobre este aspecto: “Todo tiempo futuro será mejor”; futuro que no cae desde las nubes, sea cual sea la trinchera, y al que no se llega en línea recta: urge de una lid constante en la que influyen la inteligencia y el coraje por igual.

González García lo expresa muy bien: “Dentro de todo este complejo entramado mundial, se abren enormes retos en el entorno cubano, en el que se necesita dirigir con más profundidad la mirada hacia esta parcela, que por su enorme implicación constituye un frente de batalla en la disputa cultural entre visiones del mundo, y un potencial espacio estratégico para el mantenimiento de posiciones que defiendan lo autóctono y al mismo tiempo una alternativa contra hegemónica”.

El autor ha llevado estas teorías a la práctica en su labor cotidiana como periodista, como directivo, creador siempre, enriquecidas con este bregar y el de profesor de periodismo en Cuba y en el extranjero de la especialidad sobre todo.

Jamás separa la técnica, lo científico, el arte de esta relación del contexto social donde se desarrolla; muestra dominio sociológico de cada uno de los integrantes de este matrimonio marcado desde el comienzo por la utilidad económica en gran medida: solo será por amor en una sociedad más humana, donde la virtud pese más que los intereses espurios.

Si bien Fidel Castro planteó: “El deporte es más limpio que la política”, y es cierto, al calor de los tiempos actuales esta actividad ha sido maculada como nunca por el negocio y la politiquería; ni el templo olímpico escapa de estas manchas. Usada la actividad cual opio para los pueblos más que nunca, la televisión ayuda a herir los torneos con la espectacularidad extrema.

Pierre de Coubertin había atacado el “(…) espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad, que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero (…)”; “(…) el organizador del espectáculo tiende a corromper al atleta para mejor satisfacer al espectador”.

Manantial es esta tesis en sus prolegómenos, capítulos, conclusiones,  recomendaciones, bibliografía y anexos, todo enriquece lo académico y el actuar de esta relación deporte -televisión que tanto atrae, llena, anima y, a la vez, puede enajenar al ser humano.

Citas bibliográficas:

1 La Nación, 23 de abril de 1887.
2 La Nación, 10 de diciembre de 1882.

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