Por la victoria, los versos y las canciones



Montaje: Yelemny Estopiñán Rivero
Autora: María de los Ángeles Polo Vega

Pocas veces en la historia un acontecimiento ha tenido la virtud de despertar las musas de artistas y creadores como la victoria cubana en Playa Girón.

La literatura, la música, el cine, las artes visuales… recogen una y otra vez los testimonios de la proeza del pequeño David con escasos recursos pero riquísimo en dignidad y heroísmo logró derrotar al prepotente Goliat.


Me pongo a hurgar en la memoria, recordando versos y poetas que con disímiles formas y estilos recreaban en su obra los dolorosos sucesos de aquel abril de 1961, cuando yo aún estaba por nacer, pero que en la escuela, siempre para esta fecha, recitábamos en los actos pioneriles durante las memorables jornadas de Girón, y recordaba a Nicolás Guillén con su poema La sangre numerosa, dedicado al joven miliciano Eduardo García Delgado que antes de morir, con su propia sangre escribió el nombre de Fidel.


Igualmente viene a la memoria Abril sus flores abría, donde el Poeta Nacional contrapone las actitudes de los valientes milicianos dispuestos a dar su vida por la patria que defienden frente a la de aquellos mercenarios que reciben órdenes en inglés y pago en dólares para que en Cuba ni una flor ni un árbol quede y que asaltan de noche oscura para matar y esconderse.

Abril sus flores abría,
manto azul, corona verde,
rey de serena fragancia
que apenas las hojas mueve,
cuando desde el alto norte
flota de piratas viene
a herir con fácil cuchillo,
como los traidores hieren,
el gran pecho de Girón
que junto a la mar se extiende.
Pagados están en dólares
y en inglés órdenes tienen
de que en Cuba ningún ensueño,
ni una flor, ni un árbol quede.
Asaltan de noche oscura
para matar y esconderse,
pero el pueblo los achica,
los achica y los envuelve,
los envuelve y los exprime
y los exprime y los tuerce.
Ante las balas que silban
Temerosas nalgas vuelven:
En el mar buscan refugio,
mas las olas no los quieren;
sus barcos desmantelados
son ruinas que el agua ofende.
Ansiosos de no morir
muertos están para siempre:
el pueblo les enseñaba
que solo vive quien muere
con el pecho entre las nubes
y la sangre a la intemperie.

Otros como los de Fayad Jamís que nos recuerdan que las manos de los mercenarios no huelen a tierra ni a trabajo porque …

No trajeron flores ni semillas;
no vinieron a llenar nuestras casas de pan o de música;
no vinieron a sentarse en el portal a hablar de los días hermosos,
del amor o el trabajo.
Sus manos no huelen a tierra.
N o vinieron a reunir los ladrillos
de la casa tranquila;
no vinieron a ordeñar la vaca
húmeda de estrellas y rocío;
no vinieron a cortar los viejos árboles con los que haremos nuestra mesa;
no vinieron a enseñarnos a leer
ni a curar nuestras manos heridas;
no vinieron a acompañarnos a soñar en el mundo que estamos construyendo con sudor y alegría.
Sus manos no huelen a tierra.
Sus manos no trajeron penachos de palomas (…)

O los de Jesús Cos Causse, donde nos advierte que los milicianos muertos tienen la estatura de las palmas, que sus brazos izan la bandera, que sus voces entonan el himno y los ojos, sus ojos, están más vivos que nunca vigilando las escuelas y los parques de los niños…

Roberto Fernández Retamar en su Epitafio, advierte a los agresores que nosotros, los cubanos, no creemos en invasores ni mercenarios porque en Girón o en cualquier otro rincón de la patria estaremos prestos a defenderla.

Abandonado el sembradío o el beso
O el monte del oscuro carbón,
Avanzamos sobre los invasores que armara
el extranjero miserable.
Defendimos con nuestros pechos trabajadores
No solo este territorio mitad tierra mitad agua,
Sino la isla toda, y más allá de sus costas
El inmenso mundo que confiaba en nosotros
-Hasta caer, agujereadas las camisas azules y verdes-.
Viajero: ve a decir a nuestros hermanos vivos
Que aquí sigue flameando la bandera de Cuba
Y da sombra a la fértil cosecha de nuestros huesos.
O aquella crónica de Víctos Casaus, dedicado a Eduardo Heras León que fue uno más entre los jóvenes que también vivió este poema…

Lo peor era orientarse en aquel mar de camisas azules y sus semejantes
braceando entre los compañeros que también estaban allí desde el amanecer
citados sin previo aviso diciendo que la desorganización del país
pero felices de hallarse a punto de encontrar su puesto
en algún pelotón de infantería de cebar incansable algún mortero
partir el cielo con la mirilla eficaz de las ametralladoras
De allí partimos
y éramos el ejército más disímil del mundo
uniformes diferentes camisas desteñidas boinas sombreros
gorras de una gama apreciable de colores
partimos aquel pobre grande ejército de descamisados felices
de niños que entrábamos a la vez en la vida y en la historia del país
y cantábamos los mejores himnos las peores canciones de relajo
para asustar el enemigo que por casualidad nos viera
para herir los tímpanos de tanto indiferente que creíamos
descubrir en la parada del ómnibus
Cantábamos
hasta el mismo regreso de la escuela menor de infantería
que pasamos
Aquello estaba bien para nuestra sed de aventuras de la época
morteros hastiados de grasa subametralladoras nuevas
pistolas que se anunciaban para la felicidad mayor del miliciano
Ni héroes homéricos ni dioses olímpicos
fuimos tampoco cuando desterramos al enemigo del país
cuando avanzamos con una carretera como frente
mordiendo el polvo de la victoria
disparando los más locos cañonazos hiriendo y matando y muriendo
a lo largo y ancho de una ciénaga paraíso del diablo
donde quisieron imponerle nuevamente al país
la vieja historia que tanto conocíamos
Allá fuimos y fuimos
combatientes destacados muertos llenos de inmensa admiración
prisioneros por unas cuantas horas pilotos en la poca paz
que quedaba en las alturas
morteristas bragados de polvo o simplemente
lo mismo que antes fuimos
solo que ahora solo que entonces
puestos de frente a esa especie de animal que la gente llama historia
a sus imperativos sus mierdas sus atrocidades
bragando a los hombres del país recolectando toda la furia
que a través de siglos y años hicieron de mis compatriotas
esos airados semejantes que me acompañaban
entre el humo y la muerte y el ruido final de la victoria

Lo cierto es que la gesta de Girón sigue en pie como un fiel testimonio de la grandeza de un pueblo que se enfrentó a gigantes y combatió contra molinos y salió victorioso porque la dignidad y la moral fueron sus armas y que las artes y la literatura son recursos indiscutibles para alimentar los más genuinos sentimientos de identidad y de compromiso con el legado de los héroes y mártires, esos que con sus manos no podrán tocar una guitarra, ni acariciar a una mujer o sencillamente soñar porque están muertos, pero que, con ojos bien abiertos siguen vigilando las jornadas jubilosas y el futuro.

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